domingo, 14 de junio de 2009

El detestable y nuevo espectador de cine comercial



Hace varios años que he empezado percibir cierta irreverencia en las salas de cine. El por qué de esta cuestión yace en el flaco favor que la televisión presta al espectador de cine.


En los cuartos de estar de casi todas las casas, se encuentra, en un lugar privilegiado el aparato de televisión. Todos los muebles y la distribución de la habitación está subyugada a una visión central y preferente del monitor televisivo. En el cuarto de estar, consumiendo televisión con o sin luz, todos podemos hablar, comentar las imágenes, comer cualquier tipo de alimento sin restricción alguna, beber alcohol, sentados o tumbados, podemos hacer lo que nos de la gana; por eso es nuestra casa, porque podemos hacer lo que nos venga en gana.

El exceso de esta costumbre “puedo hacer lo que me de la gana” está viciando la visión de las películas en las salas. Lo primero que me enseñaron en la universidad, hace ya bastante tiempo, es que en la sala de cine “nadie ni nada, tiende derecho a importunar o distraer el diálogo que se genera entre la película de cine en la sala oscura y uno mismo”. Ningún ruido, ningún chismorreo, nada de nada, menos el silencio de la sala y el sonido de la obra proyectada, pueden entrometerse en el disfrute individual de la película. Hoy en día en las salas comerciales, ocurre todo lo contrario. Las personas mayores acuden a la sala y comentan las imágenes señalando con el dedo índice. Las parejas adultas, sobre todo el varón, le dice a su esposa lo que está a punto de ocurrir o le transmite su pesar por el rollo de película que le ha traído a ver. Los jóvenes en pandillas están más pendientes de lo cómodas que pudieran estar las chicas que llevan al cine deshaciéndose en preguntitas tipo; ¿Estás bien? ¿Quieres más palomitas?

Hoy en día cada vez resulta más difícil acudir a una sale de cine comercial y ver una película sin interrupciones, y todo, gracias al exceso de televisión y al poco tiempo que hemos dedicado en proteger estos espacios sacros, convirtiéndolos en el cine de verano de las plazas mayores de los pueblos.
Qué lástima!!!!