Todo sale siempre mucho mejor con amor, y no lo definiría como una perdida del horizonte, o como una turba o turgencia que desorienta, sino como una capa que embellece la acción; cada acto, cada momento. El amor ayuda a disfrutar de los pequeños detalles, a mirar/”diseccionar” con sigiloso aprecio y somera lealtad el mundo que te rodea desde una mirada creativa, aleatoria, imprevisible que desconcierta, que empapa lo seco y abriga al frío. El amor es esa luz que consigue que lo mate llegue a brillar. Y el fín es buscar ese brillo. Debemos sentir amor para que la vida se vea y te haga sentir una y otra vez que estas vivo calándote en lo más profundo de tu cuerpo, que ningún oscuro rincón quede en penumbras. El amor logra que nuestros actos perduren con el tiempo, que envejezcan como los buenos vinos, eliminando esa fastidiosa capa de ácaros que siempre acecha deseando empañar la ventana de tu vida.
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