viernes, 23 de mayo de 2008

SOBRE EL CAMINO DE SANTIAGO: EL ADICTIVO PEREGRINAJE



Hace algunos meses, después de haberme iniciado en éste tan singular y bello acto de hermandad y armonía con uno mismo y las cosas que nos rodean, descubrí en un periódico de tirada nacional, el ABC, una noticia que aludía a “la adicción por el camino”. Me quedé perplejo. Primeramente, por el haber sido atraído al diario un día cualquiera después de la aventura a leer esa noticia. Y segundo, por el cuajo, la profundidad de la propia experiencia. Como tal, veía confirmadas con la palabra "adicción" las ganas y la voluntad de volver a repetirlo.

Debo confesar que han pasado casi diez meses desde que echamos a andar un mes de Julio muy caluroso del 2007. Y desde entonces, no he dejado de disfrutar de los grandes escaparates que la naturaleza iba colocando a nuestro paso en forma de recuerdos vivos. Montañas, prados, cañadas, desfiladeros, robledales, choperas, ríos cristalinos, y sobre todo, personas, personas con un toque especial.
Si tuviera que describir qué es para mí parte del atractivo de la vida, me arriesgaría a decir que sería conocer a seres humanos que sean capaces de sacrificar por nobles causas su rutina rebosante de comodidad y un futuro “demasiado predecible”. Durante el camino me encontré demasiados individuos con una oculta razón que les incitaba a realizar el camino. Quizás en algunos casos ese misterio soterrado era fácilmente deducible, pero ese mismo secreto les hacían realmente interesantes. Ese motivo pudiera ser la religión, el deporte, una apuesta o cualquier cosa, pero esa “cualquier cosa” forja el carácter humilde y auténtico del peregrino. Aquel que con sus piernas recorre la vasta tierra soportando las inclemencias del tiempo, haciendo oídos sordos a la física de su cuerpo, convirtiendo lo que antes pudiera haber sido una necesidad vital en una gran indiferencia. Lo que antes importaba adquiere un significado menor, y ésa es ya una dicha; atreverse a cambiar el orden de las cosas, no acomodarse demasiado a los lujos, compartir tus viandas y tu lecho con el resto, llevar sólo lo necesario que es siempre lo que tu cuerpo te permita portar, y siempre, estar abierto y preparado para una nueva lección. ¿Nos suenan estos valores? ¿No son acaso universales? ¿No son lo que nuestros padres han intentado inculcarnos y lo que nos gustaría que nuestros hijos parendiesen?

Aquellas personas y la majestuosa naturaleza virgen forjaron un sentimiento realmente profundo. Algo vivo que permanece, tanto, que dentro de tres semanas vuelvo a reencontrarme con ello, con esas atractivas personas y esa naturaleza que se alza majestuosa en cada paso de caminante que se va haciendo camino al andar.

¡BUEN CAMINO A TODOS!

1 comentario:

Peter Pan dijo...

y mira que yo aun no lo he hecho... y las ganas que tengo de hacerlo... A ver si puedo encontrar un hueco...

Un abrazo desde Londres,